Un Té Para Dormir

 Antes de dormir siempre agarrara su tetera, pone un poco de agua, tal vez unas ocho onzas. Elige un té que lo relaje, ya que los días son lo suficiente jodidos para poner tensa su espalda, también su cuello. Su mano soba por lo menos unas diez veces el cuello y sus cabellos antes de dormir, piensa en el pasado, imagina que fuma un cigarrillo y suspira... Suspira mucho, como si en cada suspiro hubiese una historia más triste que la otra. Vuelve a fumar imaginariamente. Todo esto mientras el agua se está para el té, y cuando al fin lo empieza a servir, echa andar un cronómetro de tres minutos para dejar la bolsita de té seleccionada. Si sigue la ansiedad, comienza a pensar sobre qué puede ver, así el té le hace compañía mientras ve algo en la TV. Ya cumplido los tres minutos, saca la bolsa y la bota, empieza a soplar la taza del señor gato, una de sus preferidas. Toma de a sorbos, y llena de jazz la casa. Mientras toma el té, el tiempo se detiene, el humo que sale de la taza anuncia la caída de la noche. Si no hay nada que ver, si ya son más de las diez con treinta, es mejor apagar todo. Así que termina la taza de té, apresura una ida al baño para que la noche de sueño no se interrumpa, enciende el ventilador, agradece por todo una vez más, suspira... Y como si fuera fácil, las guerras se acaban, y hay una tregua una noche más, para así poder dormir. Todo gracias, tal vez, al té para dormir. 






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