Era mi oscuridad.

En la inmensa oscuridad, que puede ser la mente de una persona, me perdí. Empecé a ver allí, como si fuese un turista, los problemas de la vida. No necesité un pasaporte. Los bares, los museos, los sitios donde hay que ir, todos eran gratis. Los ríos y el mar, del maravilloso sitio donde me encontraba, estaban hechos de la miel más deliciosa del mundo; miel de lágrimas. Me dispuse a deshojar la vida. En aquella inmensa oscuridad, sólo tenía una opción: conocer. Comencé por los bares, son mis sitios favoritos, y sin duda alguna sé que estos sitios tienen cierta misticidad. En ellos hay magias, en ellos hay libros, en ellos se cruzan universos paralelos y no tan paralelos. Las personas que me encontraba en cada uno de estos sitios, estaban felizmente tristes. Cada uno con sus desgracias, congeniaban. Todos salían ganando, eran tragos tras tragos, servicios inmensos de comida para que al final, cada uno fuera a tener sexo con la persona maravillosa que coincidía con su desgr...