Carwash

 Los escritores terminan siempre siendo gatos. Muertos por curiosidad. Jeff, era un escritor que le gustaba sentir el mundo, a todo le buscaba un por qué, quería probar todo, y veía cosas donde otros no. Lo admiro por ello. Estaba loco, no lo dudo, pero él fue más feliz que nadie, él era un verdadero escritor, como los de los viejos tiempos. 

Ya estaba harto de escribir “las mismas historias” según él. La verdad, todo lo que escribía, por muy simple que fuera, era magia pura. Y era por esa razón, de que siempre escribía con el corazón, con pasión, porque tenía atravesado en su pecho y en sus manos esas palabras. Él podía hablar de su día en casa, de la casa de sus abuelos, sobre un jardín de niños, podía hablar del fútbol, del vecino. Podía hablar de cosas mínimas, porque a todo le sacaba algo inaudito. Ese punto entre lo real, lo cotidiano, y lo que en un mundo paralelo que es suyo, podía suceder. Así fue como conocí las fórmulas para abrir espejos como si fuesen puertas, que los toboganes se convierten en túneles y que los laberintos comienzan desde una esquina. 

Él y yo fuimos amigos muy honestos. Compañeros de profesión, compañeros en el bar y en las oficinas que nunca tuvimos. Debo admitir que por culpa de ambos, amanecimos muchas veces en sitios desconocidos sin saber porqué, porqués que fueron aclarándose en muchos textos que fuimos escribiendo a lo largo de los años. Fue la única respuesta que encontramos para tanta locura en hojas. 

Todo empezó, cuando agarró la curiosidad por los sitios de lavar carros. Fue tan extraño cuando llegó a mi casa pálido, con una caja de Yuengling. Tenemos que beber, no sabes lo que me pasó. Pensé en cosas graves y en otras muy dramáticas, es decir, con él uno nunca sabía nada. Abrió las primeras dos cervezas, trajo un 12. 

Estaba andando por las calles, escuchando música en el carro. Tú sabes, quemando gasolina porque no tenía nada qué hacer. He estado un poco impaciente conmigo, no he vuelto a escribir durante un largo rato. Pero bueno, ese no es el punto. El punto es que iba en el auto, y después de un semáforo, veo un carwash. Caí en cuenta que nunca he ido a uno, yo soy muy pulcro con mi auto y cuando necesita algo externo, lo hago yo mismo. Pero ahí había mucha gente, varios carros, los empleados secando los vehículos que salían de un túnel fabuloso, lleno de máquinas que cumplen con varias funciones para que un auto esté limpio, o es lo que vi. Pero ese túnel tiene un aura extraña, es extraño, es como si borrara los crímenes de los carros, o tal vez el olor a sexo, un buen polvo o que quitara el secreto de los que fuman yerba dentro de ellos, en fin, quita las historias de las cuatro ruedas. 

Me pareció por un instante que andaba volado, pero me coloqué a pensar en las historias que pasaban en un carro. Me imaginé las carreteras, los semáforos, los besos, las risas, los miedos. ¿Cómo consiguió todo eso en un carwash? Era fascinante, seguí escuchándolo y bebiendo. 

La gente se sienta afuera, a ver a los trabajadores, el calor es fastidioso, me llegó el olor a sudor de todos ellos, allí secando auto tras auto, mientras que otros beben sodas. Era una escena cruel y poética, el amo y el esclavo, pero no había azotes y el trabajo es recompensado, pero sé que no es mucho, sé que debe haber algo más porque vi en varias miradas, que había pasión, que había emoción, como si ellos se quedaran con todos esos secretos que nosotros no sabremos porque el túnel las borra. 

La verdad, yo sigo diciendo que él estaba volado. Ya en ese punto de la historia llevábamos cuatro cervezas, pero eso no es nada. Él estaba muy alto y pese a eso, todo tenía una chispa de magia, una chispa de razón. Le di mis puntos de vista, mis imágenes obtenidas y obviamente le dije: ¿qué vas a hacer? 

Bueno, primero lo primero. Yo no sé nada en verdad de ese sitio. Sólo lo vi de lejos, me intenté acercar un poco, pero nada como pertenecer ahí. No quiero gastar dinero en una lavada de auto, no por ahora, me parece interesante entrar allí y ser uno más en el equipo. Podría ver el túnel con exactitud, sabría de qué va todo eso, qué químicos usan, cómo piensan los chicos, el jefe, podría yo pasar con un auto por el túnel. Yo creo que esa es la mejor opción, así sabría la verdad. 

No puse objeción, sólo le advertí que esos trabajos eran duros. A él no le importó, serían unas semanas, fue lo único que dijo. La verdad se le veía entusiasmado, en sus ojos estaba incendiándose un océano entero. Había encontrado oro, o tierra después de tanto tiempo. Nos terminamos “el doce” de cervezas, y una cajetilla de cigarrillos. Ya después vinieron las típicas charlas del mundo, de los misterios, las quejas por los gobiernos, por los humanos. Tuvimos que comprar más alcohol como de costumbre. Todo terminó en una comida chatarra y cada quien a sus hogares. Yo, prometí visitarlo en unas dos semanas, para ver cómo iba con la novela. 





Visité a Jeff en los días prometidos. Fui a su casa y llevé unas cervezas belgas. Siempre nos gusta ir cambiando de marcas, probando siempre cosas nuevas, claro, eso no quiere decir que dejemos nuestras cervezas tradicionales a un lado. Es algo, para variar, supongo. Él estaba aún más entusiasmado, me recibió con un abrazo caluroso, fuimos directo a su estudio. Su casa es uno de mis sitios favoritos, él tiene cierto vicio con la organización, de hacer las cosas como a él le gusta. Separa su música por géneros, los libros por colores, tiene varias pinturas, tiene un bar donde también organiza todo por tipo de licor, y tiene un sinfín de tipos de vasos y copas. Su cuarto de estudio está lleno de páginas, de cuadernos llenos de escritos por él, normalmente, lo tiene todo recogido, pero esta vez los bocetos rodeaban todo, el sitio de las plumas, la máquina de escribir, las dos mesas, partes de la biblioteca, el piso, todo, pero en ese desorden había un orden, el suyo propio. 

Mira, aquí está la primera página escrita. 

Esas fueron las primeras palabras después de estar un rato en el estudio. Y desde ahí partió, y no paró en un rato. Yo me resigné a sólo escuchar para después tal vez, opinar. 

Conseguir el empleo fue fácil, aunque fue difícil convencer a Bob, el tipo es un poco duro, tiene años en eso y sabe que algo raro traía entre manos. Pero por suerte, necesitan gente y uno más sea por corto tiempo, es recibido. Decidí ir caminando, para así hacer ejercicio (que vaya me hace falta) queda a 30 minutos desde aquí, con un paso no tan apresurado. El primer día fue duro. Empecé un jueves, el sol estaba muy picante y yo pagué la novatada, no llevé protector solar. Lo primero que hice fue observar el túnel y caminé dentro de él, no es muy largo, aún así, es lo suficientemente oscuro como para perderse. Las paredes están pálidas, perdieron el color blanco que creo, tuvo. Hay un cuarto para guardar nuestras cosas, para comer y al lado, otro, para lavar y secar las toallas que usamos con los autos. Las personas, raras, todas. Llevo ya dos semanas y aún no logro hablar con nadie. Eso me impulsa a seguir, sabes? Creo que ellos dudan de mí, no sé si ya saben que soy un escritor, lo dudo, esa gente no tiene pinta de leer. Pero algo saben, y no quieren decirlo. He tenido que esforzarme mucho, lo sigo haciendo. Mantengo conversaciones con Bob, de vez en cuando un café, y vamos, a seguir en el trabajo. Siguen los susurros, cuando llega un auto siento esas historias, ya he olido noches románticas, por ahí empieza todo. Otra cosa que hay que detallar, es que al frente queda la avenida que lleva al semáforo. Es una avenida muy concurrida, no sé si es mi imaginación, pero los autos que pasan por ahí y no entran, también intentan decirme algo. 

Lo había perdido desde ese momento. Su objetivo era hacer lo que fuera, para destapar esa caja de pandora en forma de autos. 


Esa vez no cuadramos una fecha. Repetimos nuestro ritual, pero la comida llegó a su casa. Benditos sean los restaurantes 24/7. Me prometió enviarme avances al correo. A mí sólo me tocaba esperar, y se lo dije: me tienes con intriga, no sé si preocuparme o sólo estar ansioso por las planas siguientes. 

Ese día llegué a casa a las tres de la mañana. Yo vivo como a 23 minutos en auto, depende del tráfico. Quedé aturdido, era mucha información, esos bocetos iban perfectos, pero sentí que él se estaba perdiendo, estaba adentrándose más de lo normal. Me hizo recordar cuando lo conocí, con su primera novela. Le pregunté sin pensarlo; “¿usted es fánatico de nuestro Señor Allan Poe? Con una risa. Risa que calló a los segundos, cuando él responde por instinto, como un acto reflejo, alabado sea el señor Allan Poe” su novela es un amor oscuro. La definición de equilibrio está en ese libro. Suavidad, miel, lo poético y el veneno mismo, eso es lo que contiene el libro. Te vuelves un gato curioseando. Pero para él poder a hacer ese libro, tuvo que sacar a bailar la locura, invitarle un trago y después tratar de dejarla. Y esa locura siento que hoy volvió como una mala ex. 





Primer correo:

No pude evitar ir a aquel sitio que imploraba e invocaba mi nombre. Vi un conjunto de historias en forma de autos. Detuve el tráfico porque me quedé congelado viendo cómo ese sitio ignorado por muchos autos de la avenida en la cual me encontraba, e ignorado por cientos de personas, me llamaba y me decía: aquí hay magia y puedes que encuentres las mil y una noches. Ese día no tuve más remedio que correr a casa de un viejo amigo, querido por cierto. Le conté todo, para dar con él sí que necesitaba para seguir con este rollo. A los días fui, y me presenté como un aspirante más, como si ese sitio fuera una academia militar o algo parecido. Iba con el espíritu en llamas. Entré al sitio, caminando con fervor pero demostrando calma. Pregunté en la pequeña administración o al atención al cliente: Me gustaría saber si necesitan  a un soldado más en el barco, ¿con quién debo hablar? Por la puerta trasera que conecta también a la administración, llega riendo Bob, exclamando un: conmigo, marinero. 

¿Qué lo trae por acá? ¿dónde trabajaba antes? 

El hombre es directo, fue lo primero que pensé. Sin dar señas de nervios, respondí: quiero trabajar, estuve en un restaurante antes, pero hubo problemas cuando quise más dinero. No hay mucho qué decir, me estaban explotando y yo me cansé, lo que ocurre normalmente, usted debe saber. 

Sé que esa respuesta le debió sorprender, lo vi en sus ojos grises y en la sonrisa dañada. Por eso creo que le agradé, y aunque siguió con dudas, sólo me dio una hoja para llenar los datos y me dejó a solas, con un: cuando termines, le das la hoja a la señorita de allí y, te puedes ir, nosotros llamaremos. 

Ya había hecho el paso más importante de todos, venir y aplicar, yo sabía que sería un sí. 

Acertado como siempre, a los dos días me llamaron desde el sitio. Ven hoy a las 11 de la mañana. Empezarás viendo cómo son las cosas para que entres al día siguiente a las 8Am. No sé qué en verdad buscas, sé que no necesitas el trabajo, pero yo necesito ayuda y tú te estás ofreciendo, espero que aguantes. Colgó después de esas gélidas palabras, yo sonreí, admito que me sentí en confianza, él sabía quién era yo, o pensó que estaba loco. 






Y en el primer correo quedó todo. 

Me parecía extraño lo corta que fue la primera nota, para todas las hojas que vi aquel día. Tiene dos semanas o más, y me envió una pequeña introducción. No puedo decir que está mal, especifica toda la trama de una vez. Pero yo no necesitaba eso, yo sabía la trama. Pero supongo que ese trabajo lo estaba matando. No me imaginaba cuándo fue la última vez que Jeff hizo algún tipo de ejercicio. Causa hasta gracia, y fue el único parámetro que no tocamos en nuestras conversaciones. El jefe, es la definición de un tipo extraño, yo no arriesgaría por alguien que sé que está buscando es otra cosa que no es referente al trabajo. Loco o no, es extraño, porque sospecho que aunque sea alguien  “normal” no creo que sea un lector. Tal vez un buen oído, tal vez le guste la buena música y las viejas bandas, eso sí podría ser. Estaba un poco confundido, pero la verdad que sí entretenía el asunto, aunque no sabía por dónde iba todo. 

Todavía tengo esa impresión en mi cabeza. 

Del trabajo, no sé cómo, se comunicaron conmigo. Fue Bob quién habló, entregándome la noticia de que Jeff no aparecía, que sí podía hacer algo para contactarlo. Era horrendo lo que escuchaba en el teléfono, mi amigo había desaparecido y yo no podía hacer nada, ni siquiera me habían llegado más correos. Fui varias veces al carwash para hablar con Bob y los empleados, me parecía increíble lo que pasaba, pero todos me decían lo mismo. Un día nublado, después de lavar unos veinte carros, Jeff, prendió el túnel y decidió atravesarlo. Nadie vio salir nada, ni las cámaras, como si sus átomos hubiesen decidido desunirse y convertirse en polvo en el aire. Eso no tenía sentido, lo que sí, era que él hiciera eso, porque su mente decía que el túnel borraba las historias de los autos, y estoy seguro que él pensaría que ahí también podría encontrarlas, como si el túnel tuviese una papelera de reciclaje y todavía hubiera opción de restaurarlas. Nadie podía dar con algo detallado porque nunca se comunicaron bien con él, era verdad, él estaba ahí como un lobo solitario, explorando todo solo porque el resto sabían que él estaba buscando algo, no se podía describir como celos, pero sí como un egoísmo. Era un ambiente extraño que el que se percibía ahí, qué podían estar ocultando allí? Nunca lo supe. Entendí que Bob, no era más que un tipo perdido entre mil historias, porque eso sí supe, y es que Jeff no se equivocaba, en los carros había historias, las sentí y las olí como él decía. Bob, es un mar de misterios que era mejor no navegar. Hay un tipo que lo sigue, y lo que cambia en él, es que es un sádico, que es más viejo y pese las mil historias que sabe, parece ser la persona más ignorante del lugar.




Jame se mudó, después de que la policía local diera como muerto a Jeff. Lo que ocasionó esto no fue la noticia que bien fue pesada, sino que Jame fue acosado. Después de que se volviera tinta y un hecho, la muerte de Jeff, empezaron a llegar historias a su correo. Todas las historias que Jeff pudo conocer en el carwash. Jame al principio las leyó, con el temor del mundo, pero necesitaba saber si podía saber algo de Jeff, pero sus preguntas fueron contestadas. Cuando los correos empezaron a llenarse de sangre, Jame se volvió desesperado. Era el miedo caminando. No dormía, no comía, no sabía con quién ir. No podía comprobar nada, cualquiera podía estar jodiendo, pero no era para él una casualidad. El tipo se borró del mapa. Y nadie supo más de él. 





Años después. 

Jame dejó de lado las direcciones electrónicas. Se mudó a un país nórdico. Combinaba con su personalidad Finlandia. Podía leer tranquilo y seguir escribiendo. No le costó mucho olvidarse del asunto, aunque nunca dejó de extrañar a Jeff. En sus escritos se notaba. 

Un día normal, gris como todos los días en estos países. Jeff decidió lavar su auto. Ya todo estaba sanado, curado. 

Pagó una lavada instantánea, rápida. Sólo tenía que permanecer en el auto y pasar por la maquinaria. Claro, que es un túnel. 

Estando allí, cuando la espuma cubrió todo el auto, se acordó y vio todo aquello, como una película, comprobando que antes de morir uno ve su vida pasar rápido. Pero no, no iba a morir, sólo arrojaron en forma de fotos toda esa historia de Jeff y su muerte. Empezó a temblar, era tonto que haya quedado atrapado allí, que haya pasado esa verdad como una superstición. Cuando el agua empezó a desbordar el jabón, y el parabrisas dio visión, vio a Jeff allí en el túnel, y con él todas las historias pintadas de sangre. No quedó más que acelerar, no le importó la posibilidad de atropellar a alguien afuera. Aceleró y huyó a su casa. Pero eso era el principio de la pesadilla. 

Abrió la puerta y en el piso había un camino hecho de cartas. Era el correo, llegó a su casa. Y leyendo la primera, vio que eran historias del carwash. El desespero era un gusano andando por su cuerpo. Llegaron las ganas de vomitar, estaba pálido. Llegó a la sala, y vio una carta negra. Y no pudo evitarlo, la abrió, esa era su carta… Y allí quedó petrificado para siempre Jame. 



“Nunca debiste ir allí, Jame, nunca saliste de aquel túnel, nunca regresaste.”








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