Rosalinda
Se regó el vino en la mesa, todo estaba oscuro, así siempre son los días en aquella casa con olor a muerte. Y sí, los días también son oscuros, porque la chica blanca como cualquier ciego descrito en la novela de Saramago, le gusta la oscuridad, a ella la acaricia la oscuridad y no le teme ni un poco porque es su amor y también su vida. El piso está contento y triste con esto, la madera se mantiene fría y latente, en espera de que caminen por ella algún día, es que a Rosalinda no le gustan mucho las visitas puesto que siente que a la oscuridad eso no le agradará.
El vino no quería salirse del mantel, parecía una escena de crimen donde Rosalinda era la asesina, estaba nerviosa porque la luz de la luna se coló por una de sus ventanas fantasmales, los roedores de la casa estaban felices y llenos de gozo por tal victoria de la luna, salieron por un rato a caminar por la madera y la madera también contenta porque ya no eran sólo los pies de la delicada Rosalinda, esos pies pequeños de cuento de hadas que siempre sus uñas limpias llevaban el color rojo, magnífica ella siempre perfumada con aromas franceses.
-Se va a molestar, se va a molestar-
Rosalinda paranoica cerró con rapidez el pequeño agujero que daba luz, habían roto el vidrio oscuro con una gran piedra. Lo más razonable fue poner una cortina bastante gruesa por los momentos. Se cortó los pies por no ver los vidrios gracias al desespero, ya era vino y sangre regados por el suelo.
-Maldición, él se molestará, lo sé-
¿Qué agitaba tanto a Rosalinda, qué?
Los relojes de pared que estaban por todas partes de la casa simplemente daban cuenta de los días sin sentidos de Rosalinda, de esa pérdida de razón que le impulsaba a nunca salir de ahí.
Todos los roedores esperan el detenimiento de los relojes, una espera porque se acabe la alacena y los vinos, las cosas guardadas en el sótano que al parecer es la única puerta que abre Rosalinda aparte de su habitación.
Ella tan hermosa y espléndida, con su figura de porcelana, como esas bailarinas que siempre están en las salas de las casas normales con chimenea y fuego, donde hay familias que disfrutan del invierno. Ella con sus pechos de miel y entrepierna del infierno, con mares, ella, perdida por la oscuridad.
¿Qué agita a Rosalinda?
Los relojes pararán lo sé, los cigarrillos, las carnes en el refrigerador, los enlatados, el agua y la luz, todo parará y se apagará y se acabará, las frutas, los jugos, los vinos y demás licores, todo se acabará y los insectos que quieren caminar felices por el piso de madera lo saben, todos están sedientos, sobre todo los murciélagos que también esperan salir, y sí, hay murciélagos que temen salir por la presencia de Rosalinda, porque esos ojos asustan, porque ella es parte de la oscuridad, porque la locura la invade y el sin sentido es el sentido de ella, esos ojos antes brillantes y azules, ahora oscuros.
Rosalinda sabe que todo acabará.
los relojes siguen haciendo tic tac
pero ella nunca abrirá ninguna puerta de la casa que con candados están.
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