La Soledad de Septiembre
Se acerca septiembre y ya se ha vuelto costumbre que anuncie la soledad. Veo cómo los colores de mis alrededores cambian y, no se me ocurre otra cosa que pensar en los besos que he dado sin ganas. Entre tanto confusión he escogido seguir al instinto, como si fuera la mejor opción. Observo que el ego es el fantasma que por años ha estado acechándome. Puede que haya sido más fácil ser honesto con los demás que conmigo mismo y la verdad es que nunca he querido restarle valor a ninguna vivencia, tampoco a ningún recuerdo… Puede que haya sido el dolor quien se ha disfrazado de mí y ha dado la cara en ocasiones.
Decido salir a caminar porque justo en estas fechas el viento empieza a tornarse más fresco. Cuando la brisa acaricia mi cara siento que rejuvenezco, entonces empiezo a recordar los cigarrillos que fumaba a diario y que vivía lleno de impresión.
Cuando llegué a este país el otoño me esperaba inocentemente y, más allá de este detalle, me esperaba un mundo completamente distinto a lo que conocía… Donde todo sería nuevo para mí, incluso hasta la manera de amar.
Tengo la certeza de que el Gabo de esa época aparece de vez en cuando para crear una guerra en mi interior, haciendo que la teoría sea una realidad: mi ego ha sido un fantasma que por años me ha estado acechando.
En estos años he aprendido a lidiar con el arrepentimiento, porque escogí aceptar mis decisiones. El complejo de perfección es algo que quiero que desaparezca o que al menos disminuya. Es algo notorio que hay muchos yo que no quieren lo mismo, como ese Gabo que teme a los septiembre o el otro que ama a los octubre. Habría que ponerse de acuerdo, entre todos llegar a un pacto para que tal vez se pueda llamar a la calma que siento: felicidad.
¿Cómo lidiar con un joven romántico e inocente? si hoy en día quiero que mis decisiones las tome el instinto, como si en verdad sirviera en mí ese instinto animal… Porque siento que es una parte que también sigue sedada.
Con el Gabo que ama los octubre no tengo tanto problema, cuando acaba el mes se duerme por un año, lo malo es que me deja con el sensible que flaquea por las fiestas navideñas.
¿Pero cómo le explico al jovén que aún vive en la fantasía de los primeros años? ¿Ayudaría decirle que ni siquiera escribimos ya bajo el nombre de Sebastian Clark? ¿Serviría decirle que ya no hay besos sabor a cigarrillos y que ahora nos marchamos derrotados a la cama temprano? ¿Cómo podría decirle que salimos a la calle y ya pocas cosas nos sorprende? No encuentro una manera suave para comentarle que ahora tenemos más canas, y que la bebida nos golpea más fuerte que más de cinco cervezas significa peligro porque nos puede dejar en cama todo el día siguiente.
Es difícil explicarle a alguien que cree en lo eterno, que las promesas se pueden romper y que con los años se deja de creer en muchas cosas.
Y entiendo a ese Gabo, algo que hace que todo sea más complicado. Porque cuando siento esa brisa fría puedo sentir la emoción de aquel chico sorprendido por poder caminar de noche sin sentir peligro, del mismo que vio a Devendra y tuvo la osadía de decirle que debió cantar Luna de Margarita. Ese chico que podía trabajar 12 horas por seis días y aún así tener energía para todas las noches. La vida de un chico que vino a sanar y cambiar completamente su historia, y creo que lo logró/é. Agregando que el precio puede que haya sido muy alto.
Viéndolo así, le daré el derecho a de vez en cuando hacerme recordar todo eso. Carreteras, comidas, canciones, piel y olores. Que recuerde todo lo que quiera a cambio de que llegue conmigo al mañana.
Para así poder recuperar esa parte emocional que me hará terminar de brillar, para así no dar más besos llenos de dudas para no compartir más la cama en vano, pero sobre todo para que aprenda que la soledad de estos años nos trajo esta calma, que estoy seguro está llena de felicidad.
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