BERENICE

  Son las seis de la tarde y mi cuerpo está a las 12 de la madrugada en un bar en New York o Tokyo. Él sí prende un cigarrillo y lo acompaña con un whisky a las rocas, el primer sorbo lo da a los cinco minutos después de haberse servido el trago. En ese bar siempre suena las canciones de Chet Baker. Puedes escuchar como el hielo se va derritiendo poco a poco, de la misma manera que mis pensamientos se van diluyendo.  Con cada trago que tomo mi ego va desapareciendo, con cada cigarrillo que fumo encuentro más respuestas o preguntas.  El tiempo transcurre al ritmo de las canciones, me relajo y observo por la ventana del bar estoy en un piso alto, contemplo la ciudad pareciera callada cuando realmente es bullosa, puede que sea un reflejo de mi ser.  Después de diez canciones, siete wiskies y cinco cigarrillos, pago la cuenta y agarro mi saco lo preparo para vestirlo en la salida, tomo el ascensor y cuando desciendo y salgo de él me dirijo sin duda alguna a la salida y v...

  Debo aceptar que ha sido un tema que ignoré por completo. Ahora que volteo para ver cuánto ha sido el tiempo transcurrido; observo los años que tal vez deba tomar de cierta manera por perdidos.  De casa me fui con 22 años vividos. No pensé con ningún tipo de detalle o profundidad el precio que iba a pagar por tal decisión. No sabía que me encontraría con ahora casi nueve años sin ver a mamá (cuando había calculado cinco). No pensé tampoco con frialdad lo que sería vivir sin mis amigos, porque ya igual todos estábamos tomando decisiones que nos alejaban, como tres ya habían volado yo también me animé.  Irme de casa se convirtió en una confusión grande. Porque no estoy seguro si extraño comer pan dulce con crema de leche, ir al estadio o desordenar el apartamento (que a estas alturas no lo haría o sí). No sé si extraño la ciudad que fue mi hogar, porque quién vivió allí ya no existe al igual que los recuerdos que tengo de las esquinas de mi amada San Cristóbal. Porque aun...

  Y es que me encuentro en las canciones de siempre. Divagando entre sí fue lo correcto o no.  Como si pudiera cambiar mis decisiones de joven.  Y no,  no se puede.  Entonces pierdo nuevamente el amarillo, uso el pasaporte y abro una vida nueva, como poeta fallo. Como poeta me reinvento.  ¿Y si ya no hay Un Día de Estos ? ¿Y si el amarillo tampoco vuelve?  ¿Cómo el amor va a resolver mi crucigrama? Y deseo prender mil cigarrillos, beber apurado mil cervezas y no fastidiar a nadie. Quisiera creer en Marwan, en sus poemas. Quisiera creer en las madrugadas, en sus poemas. Pero tristemente ya no puedo estrellarme contra la felicidad.  Ya no puedo citar las canciones felices, y también ignoro los poemas tristes.  Ahora ignoro todo porque no tengo mi playa en madrid, porque tampoco tengo paracaídas. Lidio con el presente, no fumo, no me paso de tragos.  O eso creo.  Busco las respuestas en los mismos de siempre. La tinta sigue,  el s...

  Unos viejos escalones que ya no existen (porque yo mismo me encargué de eso). Al colocarme frente a ellos para tomar una foto que me sirviera de guía, mi mente se desorbitó.  Recordé una vieja historia de un chico lleno de incertidumbre pero con la visión clara y de una chica llena de euforia. Siempre se sentaban allí, al comienzo de las escaleras. Para así compartir pequeños cuentos, cigarrillos y besos, para conocerse y llenarse de cariños.  Los árboles que rodean el lugar, todo el tiempo andaban bailando para ellos, los cigarrillos uno a uno iban apagándose y las hojas ya amarillas constantemente caían alrededor. Ellos disfrutaban de ese espacio en momentos fríos, ya que la calidez estaba siempre en sus manos. Una chaqueta verde grande que resaltaba su cabello, él con una franela de una de sus bandas favoritas justo del mismo color de el cabello de ella. Parecía que ahí estaba la paz, en esas risas inocentes, en el humo del cigarro, en las canciones que llenaban los ...