Poema en la madrugada II

 Y es que me encuentro en las canciones de siempre.

Divagando entre sí fue lo correcto o no. 

Como si pudiera cambiar mis decisiones de joven. 


Y no, 

no se puede. 


Entonces pierdo nuevamente el amarillo,

uso el pasaporte

y abro una vida nueva,

como poeta fallo.

Como poeta me reinvento. 


¿Y si ya no hay Un Día de Estos?

¿Y si el amarillo tampoco vuelve? 


¿Cómo el amor va a resolver mi crucigrama?


Y deseo prender mil cigarrillos,

beber apurado mil cervezas

y no fastidiar a nadie.


Quisiera creer en Marwan,

en sus poemas.


Quisiera creer en las madrugadas,

en sus poemas.


Pero tristemente ya no puedo estrellarme contra la felicidad. 

Ya no puedo citar las canciones felices,

y también ignoro los poemas tristes. 


Ahora ignoro todo porque no tengo mi playa en madrid,

porque tampoco tengo paracaídas.


Lidio con el presente,

no fumo,

no me paso de tragos. 

O eso creo. 


Busco las respuestas en los mismos de siempre.

La tinta sigue, 

el silencio sigue,

las letras siguen.


¿Vivo en la ciudad de las contradicciones? 



Tal vez no es así,

tal vez una respuesta no es lo que tenga que esperar.

Y aquí empieza el final de este poema.


Escucho a mis canas, 

apuro los dedos porque el aire me enfría las manos.

La cerveza se va secando, 

en la lejanía los vicios se reducen,

y después de tanto tiempo

¿qué importa?

Los viejos amores son

viejos.


Y si me exigieran ser honesto: 

diría que me gustaría intentarlo.

Y si me preguntaran qué quiero,

me encantaría un mensaje. 


Tal vez baste el club de John Boy,

el pasado,

lo amarillo,

la inocencia

la poesía,

el destino… O nada.










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