Seis de la Tarde
Son las seis de la tarde y mi cuerpo está a las 12 de la madrugada en un bar en New York o Tokyo. Él sí prende un cigarrillo y lo acompaña con un whisky a las rocas, el primer sorbo lo da a los cinco minutos después de haberse servido el trago. En ese bar siempre suena las canciones de Chet Baker. Puedes escuchar como el hielo se va derritiendo poco a poco, de la misma manera que mis pensamientos se van diluyendo. Con cada trago que tomo mi ego va desapareciendo, con cada cigarrillo que fumo encuentro más respuestas o preguntas. El tiempo transcurre al ritmo de las canciones, me relajo y observo por la ventana del bar estoy en un piso alto, contemplo la ciudad pareciera callada cuando realmente es bullosa, puede que sea un reflejo de mi ser.
Después de diez canciones, siete wiskies y cinco cigarrillos, pago la cuenta y agarro mi saco lo preparo para vestirlo en la salida, tomo el ascensor y cuando desciendo y salgo de él me dirijo sin duda alguna a la salida y visto mi saco. Por acto reflejo empiezo a admirar el cielo, como si estuviera buscando las estrellas que no puedo ver por culpa de la contaminación lumínica, suspiro y no inmuto ninguna palabra porque sólo deseo que mis miedos y mi ego se hayan quedado olvidados en el bar.

Comentarios
Publicar un comentario