La Ventana.

Quiere acabar con todo. La duda ya no es sólo una tos, tampoco una fiebre, ya es algo que se tiene que extirpar. Las cajetillas de cigarrillos no son suficiente, no para de darle vueltas a la cabeza, sólo desea sacar sus pensamientos y dejar el casco vacío, poner en un embalse todo aquello que le causa dolores de espalda, migraña, eso que no permite que sus rodillas sean normales (porque no quieren caminar más) ni las rodillas ni las piernas en sí saben dónde ir. 


¿Será que vuelvo a casa? –Piensa León. 


Y pasa el tiempo, sigue su contienda con las decisiones que son más filosas que cualquier arma blanca.


No fue hace mucho que León decidió alejarse de su hogar. No hablamos de su casa paternal; hablamos del sitio donde convivía con su chica, esas llamadas musas. Lo decidió por ser buen escritor, también cabe la posibilidad que lo hizo para encontrarse consigo mismo. La verdad es que él es una montaña rusa y creo yo; ésta es más estable. Dejarle ha sido duro, una prueba, una jugada muy minuciosa, como a aquellos que obligan a darle un tiro al perro con el que han compartido media vida. 


León, obviamente no deja de pensar en ella. –Saca un cigarrillo- entonces al exhalar el humo, se da cuenta de algo que no previno en su salida. Es que se fue de su casa y olvidó el corazón.


No es sólo su hogar quien lo llama. Él sabe que tiene muchos viajes por hacer. Tomar un destino es una espada contra la pared. El vómito lo acecha, cada vez más su garganta se va convirtiendo en una costa, las náuseas es como una peste y quiere ser marea alta. Ya León está cansado de abrazar el retrete. –Una bocanada de aire y pide un café-. Qué ansiedad tan penetrante. Los pies incontrolables, las manos en movimiento en todo momento. Se agarra el cabello y lo suelta al rato, toma el café que está recién hecho, los pies no dejan de hacer ruido, se dispone a jugar con el filo, a decidir por un destino. –Prende otro cigarrillo-. Sus pies descansan por un rato. El humo va mostrando con imágenes las opciones. 


-Sería algo dogmático ir a donde mis padres. Ese lugar ya viejo de infancia no me llama la atención, no para estos momentos. Hablar por cartas y enviar y recibir detalles no es suficiente, eso lo sé. Sólo no estoy para verlos. Aunque yendo allí cumplo con la promesa de visitar a Brandon, la tengo pendiente desde hace tiempo. Él es el perro más fiel, el más cariñoso. Le debo mil gracias por mi niñez. Me defendió, jugó y me acompañó en todo momento. Estoy seguro que lo haría todavía pese a lo longevo que ya está. No me olvido ni me olvidaré de él nunca, y por eso siempre en los detalles va algo para él.-


-Pide un whisky a las rocas y una entrada bien resuelta- la situación se torna un poco más seria y en su mente hay una mariposa que revolotea. Tiene que vaciarse, colocar todo en la mesa para saber bien de las conveniencias y de las contras. 


-Visitarla trae consigo más visitas. No sé si esté preparado para los regaños. Quiero despojar las cosas que aún me detienen, quiero entender a mi mano que ya me grita, quiero saber lo que quiere. Podría colapsar al revivir tantos momentos. Ver a mis amigos que son hermanos que he ido poco a poco distanciando, a ella, la idea de que mis padres viven a unas tres horas del sitio… Podría ser mejor regresar con Anna, así puedo pasar los días tranquilos, sin remover nada, sin tirar de las emociones, así no me volvería un fiasco. Estaría con ella, la besaría por las mañanas como siempre hago, le prepararía el desayuno si no es que ella ya lo ha hecho, haríamos el amor, tomaríamos los vinos que nos gustan. Todo sería algo magnífico, pero, siento al mismo tiempo que me envolverá el aburrimiento. ¿Será que quiero sentir más?


-León, sigue anotando en su cuaderno-. Ya se tomó el primer trago. La comida sigue intacta y viene ya caminando el servicio con el segundo whisky. 


Fue un milagro no pasar a la siguiente caja de cigarrillos también que no se enfriara la comida y que no se llegase al quinto whisky. León, lo hizo. Tomó el riesgo de la decisión, su dirección y su mano llegaron al sitio elegido, él todo cortado de nuevo. Otra vez el destino haciendo de las suyas, tratando de ser guiado, otra vez caminando por un capricho o por el tomar la mejor opción. León, estaba en un abrir y cerrar de ojos en la puerta de su casa. Toca y abre Anna. Él tiene en sus ojos y en la frente la disculpa, no es tonto, no llegó con manos vacías pues en ellas carga una canasta repleta de perdones, de regresos, de amor, llegué y no me iré. Chocolates, vinos, flores amarillas que no pueden faltar. La casa blanca de grandes columnas, con el cuarto que da al balcón y tiene un escritorio. La casa con color de madera por dentro y piso pulido, con sus salones llenos de cuadros, jarrones, libros, plumas y licores, estaba de vuelta. Ya brilla, ya se encienden las luces, ya Anna está de nuevo en sus brazos besándolo. Sí, así de sencillo, así de fácil. León pensó, que si no podía con la migraña presente y los otros síntomas, apenas decidiendo, sería mejor tomar algo que me haga sentir la calma. Lo hizo. Anna es su inyección y los días para él empiezan en lo que cabe; normal. 


A León, le hubiese gustado esa mentira. La vida no es así, las personas tarde o temprano terminan descubriendo quienes son, a algunos les da tiempo de enmendar, a otros, el cabello blanco no los deja. León, al preguntarse en un momento si lo que quería era sentir más, cambió completamente su pensar.


Allí se encuentra él, en el puesto de la ventana. Pensando todo lo ocurrido con Anna, ha sido un sueño ver todo eso. Se vio cobarde regresando. La verdad es que éste ha sido su viaje más largo y claro está que es porque está haciendo una ruta hacia al pasado para que lo arroje al presente. Hubiese sido lindo al menos llegar a decir que León volvió a dormir con Anna, que hicieron su vida de nuevo. Pero los instintos son otros, él es otro, Anna merece ser libre. 


Ya viene el servicio, trae consigo otra entrada y un vaso lleno de hielo y whisky. León, ha hecho un ensayo al estilo de Benedetti. Ver cómo puede pasar la vida en tan sólo cinco segundos. Faltan pocas horas para que el tren llegue a su destino, al verdadero. León va a verla. A ella, a sus amigos y a cumplir la promesa con Brandon y sus padres. 


Él decidió escribir otro libro. Ir allí es lo necesario. Él seguirá viendo por la ventana y contemplando los paisajes. 


Ya llegó el servicio. Un whisky y un cigarrillo después de la entrada. León, ya no piensa, está vacío. Tan sólo espera su llegada en el puesto de la ventana.








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