Cigarrillos, Cientos de Cigarrillos
Sé que el cigarrillo es algo que descubrí por cuenta propia. Se me dio cuando tenía 16 años, había ido a la casa de campo de uno de mis compañeros de clases, nos quedamos sin alcohol y como todos fumaban, me dieron ganas de intentarlo. Ahí empezó mi historia con el humo, al principio no compraba, siempre fumaba gracias a mis compañeros o mis amigos, tal vez de vez en cuando aportaba para las cajetillas, pero no era lo mío. Podía estar sin fumar. Así pasó el tiempo hasta que entré a la universidad para estudiar derecho, me volví un enfermo. También debo decir que en ese período de dos años (de 16 a 18), me fui acercando a las letras, me fui volviendo amante de Borges, de Cortazar, de Poe, y de muchos otros que si no estaban en algún vicio estaban cerca. El arte me inspiraba, romantizar el cigarrillo fue algo que se me hizo fácil. Que si prenderlo con fósforos es mejor que con encendedor, porque había cierta magia, es algo que aun creo a pesar de que ya no soy un fumador activo.
Empezaron las noches largas con cigarrillos y cualquier alcohol. Noches en que podía estar escribiendo al lado de mi ventana por ese entonces en mi cuarto, o cigarrillos en conversaciones inacabables con mis amigos. Siempre en épocas, porque cuando llegaba el amor, solían quitarme aquel vicio, y yo sabiendas de que era lo mejor aprovechaba para dejarlo. Entonces el fumar pasó a ser una especie de interruptor, que siempre me gustaba más encendido. Así fue hasta que el amor me dijo: ya no veo la hora de fumar contigo. Entonces en un abrir y cerrar de ojos, pasé a compartir cigarrillos, pude observar cómo unas manos hermosas, blancas y cuidadas bailaban con el cigarrillo. Entonces las conversaciones se hacían largas, las escaleras o las esquinas donde fumábamos pasaron a ser lugares casi sagrados, donde el momento, la música o el mismo tema nos llevaba a explorar un sinfín de cosas, entre unas de ellas claramente el amor.
Así venían los besos sabor a nicotina, así venían los cigarrillos después del sudor.
Pese a todo esto, igual busqué dejarlo por mi cuenta, y también el amor lo dejó y no sé sí por mí o porque entendía que era lo mejor.
Pasó mucho tiempo sin ningún cigarrillo, más de cinco años, y después volvieron por un mes en dos distintos años. Sin embargo, en esos más de cinco años sin fumar, siempre se extrañó. El amor lo extrañaba y yo también, porque era un ritual, en el que nuestros dedos se juntaban sin tocarse, en donde nuestros labios se besaban sin besarse. Era la comodidad de las charlas, del humo, del fuego.
El amor se fue y vimos antes de partir lo que el humo nos hacía falta.
Hoy en día, ya ha vuelto a pasar bastante tiempo desde un cigarrillo y pienso: ¿Qué es lo que más extraño de ello? porque sé que me gusta fumar, pero también, ¿será que entre ese humo nostálgico habrá algo más, como extrañar?
No lo sé
lo sabrán los cigarrillos
no fumados
o los fumados si vuelven.
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